Charles Edward Anderson Berry, 18 de Octubre de 1926, St. Louis Missouri.
Así debiese comenzar un escrito relacionado con Chuck Berry, pero qué no se ha escrito sobre él, qué no se ha dicho ya. Sus méritos son a todas luces conocidos. El sabio Wikipedia puede darnos todos los datos estadísticos de su niñez, adolescencia, juventud, el núemro de veces que contrajo matrimonio -con alguna mujer afortunada o tal vez no, en ese momento-, la cantidad de cigarrillos que fumaba en una noche, etc.
Todos datos fríos, pero al final este personaje ¿qué nos deja?
Su música, en general toda la música deja en cada uno de nosotros residuos. Momentos de acompañamiento, en los que nos sentimos libertadores, poetas, músicos y por qué no locos. Basta dejarnos caer en el precipicio de las notas, dejarnos llevar por las olas del inmenso mar de los recuerdos y emociones.
Canciones, notas... viajan en el oscuro universo, dentro una máquina de recuerdos, girando al rededor de las manecillas del tiempo. Tiempo que no se pierde, sigue caminando. Se escucha a Chuck danzar entre las rolas más cercanas a estos días dominados por la tecnología. Intertextualidad se llama. Hoy, en un aniversario más de su nacimiento, su intensidad al tocar, su deseo de libertar, esa expresión de ser él, sigue en pie.
Platón lo tendría alejado de su República y Dios lo tocaría con su divinidad.
